giovedì 10 novembre 2016

OMOSESSUALITA', IPERSESSUALITA', ASESSUALITA': LOGICHE DEL GODIMENTO. Di German Arce Ross


Pubblichiamo (per ora in spagnolo) alcuni paragrafi di un lungo e articolato saggio clinico di GERMAN ARCE ROSS, psicoanalista che vive e lavora a Parigi, di formazione lacaniana, tra l’altro docente presso il Département de Psychanalyse de Paris VIII e autore di vari libri.
   In questo articolo - pubblicato nel nov. 2016 nel sito 
http://www.psychanalysevideoblog.com/
 - egli esplora una vasta gamma di problematiche tra cui quelle relative all’omosessualità, alla bisessualità,  all’ipersessualità, al godimento, alla funzione del padre e della madre, alla sessuazione. 
   Abbiamo scelto qualche passo. Rimandiamo al sito in cui è possibile leggere l’intero articolo con la relativa bibliografia: 
http://www.psychanalysevideoblog.com/los-factores-rosas-de-homosexualidad-y-de-otras-condiciones-de-goce/


I Fattori rosa nell’omosessualità 
e nelle altre condizioni del godimento 
(Les Facteurs roses dans l’homosexualité et dans d’autres conditions de jouissance).

Che cosa può affermare la psicoanalisi in merito al soggetto della causalità psichica dell’omosessualità, della bissessualità, dell’ipersessualità e della asessualità? Queste condizioni di godimento hanno una relazione intrinseca o non hanno niente a che vedere una con l’altra? Si nasce gay o l’ipotesi della causalità genetica è erronea? Se non riscontriamo causalità genetiche per le condizioni del godimento, dove e come possiamo situare la causalità psichica di queste problematiche? In che misura si può parlare di reversibilità, di fluidità e di malleabilità e come definire con precisione i fattori della causalità di queste condizioni di godimento? (Nota introduttiva tradotta in italiano).

No se nace gay ni bisexual ni hipersexual ni asexual

Hoy en día, hay investigadores que comienzan a afirmar, desde hace algunos años, que la homosexualidad no tiene ninguna causa genética y que la idea de que se nace homosexual (o bisexual o hipersexual o asexual) es una mera ilusión, lo que lógicamente no me sorprende para nada. Así, como lo anuncian nuevas publicaciones, «ocho grandes estudios de gemelos idénticos en Australia, en los EE.UU. y en Escandinavia, durante las dos últimas décadas, llegan todos a la misma conclusión: los homosexuales no han nacido de esa manera» (Ellis, 2014).
Para William Byne, los orígenes de la homosexualidad han sido un tema de intenso debate desde que el concepto de orientación sexual surgió, a partir de la reconceptualización de los sexos que se produjo durante el siglo XVIII en el norte de Europa. En 1993, según Byne, algunos «estudios […postulaban] factores biológicos como la base principal de la orientación sexual. Sin embargo, no hay ninguna evidencia actual que apoye una teoría biológica, así como no hay tampoco ninguna evidencia convincente para sustentar una explicación psicosocial. Pero, a partir del momento en que todo comportamiento debe tener un sustrato biológico mínimo, el atractivo de las explicaciones biológicas actuales de la orientación sexual puede derivar más de la insatisfacción de las explicaciones psicosociales actuales que de un cuerpo contundente de datos experimentales.
Una revisión crítica muestra la falta de una teoría biológica. En un modelo alternativo, temperamentos y rasgos de personalidad interactúan con el entorno familiar y social cuando surge la sexualidad del individuo. Debido a la idea de que tales rasgos puedan ser hereditarios o de que su desarrollo pueda estar influenciado por hormonas, el modelo predice una aparente heredabilidad distinta de cero para la homosexualidad, sin necesidad de que cualquiera de los genes o de las hormonas influya directamente en la orientación sexual per se » (Byne, 1993, 1994). Como se nota, Byne intenta, como tantos otros, hacer existir, a como dé lugar, una eventual causa genética aunque esta no pueda ser probada. Incluso, hace depender los “rasgos y temperamentos psicosociales” de una base hormonal o genética. Muchos de los organicistas animados por las ideologías de los grupos sex-identitarios intenta así modificar los resultados de las investigaciones para que estas coincidan con la hipótesis genética. Aunque es verdad también que Byne reconoce que las causas genéticas nunca han sido evidenciadas y no pueden ser probadas.
De la misma manera, una investigación de Bailey y Richard Pillard con gemelos idénticos en los casos de homosexualidad admitía ya, en 1991, que «aunque la homosexualidad masculina y femenina parece ser al menos algo hereditario, el medio ambiente también debe ser de importancia considerable en sus orígenes» (Bailey & Pilard, 1991). Un poco más tarde, en un estudio sobre el hipotálamo, Simon Levay (1991) dijo que «es importante hacer hincapié en lo que no he encontrado. Yo no he podido probar que la homosexualidad sea genética. No he podido mostrar que los homosexuales nazcan así, como tampoco he podido localizar ningún centro gay en el cerebro» (Nimmons, 1994). A su vez, la asociación de padres, familiares y amigos de lesbianas y gays (PFLAG), una de las organizaciones pro-homosexuales más grandes de USA, explicó en esa época que no había pruebas contundentes de que las personas nazcan homosexuales, en su folleto «¿Por qué preguntar por qué?» (PFLAG, 1995). Por su lado, Blanchard y Bogaert tampoco encontraron ninguna correlación entre la atracción hacia personas del mismo sexo y la hipótesis de la transmisión hormonal intrauterina (Blanchard & Bogaert, 1996).[...].
Como yo mismo lo sustento a partir de mi trabajo clínico y como lo han observado otros psicologos, psiquiatras y psicoanalistas antes de mí, Neil Whitehead afirma también que, en términos genéticos, fisiológicos, funcionales, la orientación sexual no es fija sino fluida, es decir que ella puede variar, cambiar, según las circunstancias de la vida. Él nos relata algunos casos de conversión de la heterosexualidad en homosexualidad como también, al revés, « cambios espontáneos de homosexual a heterosexual» (Whitehead, 2016).
Igualmente, en la version 2014 del manual de la Asociación Americana de Psicología, Lisa Diamond concluye diciendo que «contrariamente a la creencia popular según la cual los individuos con atracciones exclusivas al mismo sexo representan el “prototipo” de las minorías sexuales y que los que tienen patrones de atracción bisexual son excepciones poco frecuentes, lo cierto es exactamente lo opuesto. Los individuos con patrones no exclusivos de atracción son indiscutiblemente la “norma” y aquellos con atracciones exclusivas al mismo sexo son la excepción» (Diamond, APA Handbook, 2014). Vemos aquí que la bisexualidad es la que predomina y encuadra a la homosexualidad, de tal manera que, potencialmente, el sujeto puede oscilar del mismo sexo al sexo opuesto.

A ese respecto, la psicóloga californiana Laura Haynes enfatiza que tanto el DSM-V de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, Diagnostic and Statistical Manual, Fifth Edition, p. 455) como el Manual de la Asociación Americana de Psicología (Diamond, APA Handbook, v. 1, 2014, p. 744) reconocen ambos que «la identidad transgénero fluctúa y que la inmensa mayoría de los menores con “disforia de género” acaban finalmente por aceptar su sexo cromosómico» (Haynes, 2016). Laura Haynes afirma también que «curiosamente, la Asociación Americana de Psicología ha guardado silencio sobre algunas investigaciones que muestran que crecer sin tener a uno o a ambos de los padres biológicos, especialmente al padre que es del mismo sexo que el niño, está potencialmente relacionado, de manera causal, con el hecho de desarrollar atracción por el mismo sexo o tener disturbios en la identidad al propio sexo (Frisch & Hviid, 2006; Francis, 2008; Udry & Chantala, 2005). Si la indisponibilidad de los padres puede tener tales efectos para algunos individuos, ¿por qué queremos tomar tan a la ligera la posibilidad de que la falta de disponibilidad emocional de los padres, y especialmente del padre del mismo sexo del niño, pueda tener efectos similares para otros? » (Haynes, 2016).
Por todas esas razones y por los estudios elaborados hasta 2014, la idea según la cual “se nace gay” es para Diamond un «mito» y en sus conclusiones ella afirma de manera clara que la homosexualidad es fluida y maleable (Diamond, 2008, 2013) y que, por eso mismo, puede cambiar y sin duda es reversible (Hodges, 2016).
Se puede también obtener más información interesante sobre este tema en el trabajo de Lawrence Mayer y de Paul McHugh, respectivement epidemióloga y Jefe de Psiquiatría du Johns Hopkins Hospital, trabajo intitulado «Sexuality and Gender. Findings from the Biological, Psychological, and Social Sciences», publicado en 2016. En ese trabajo, los autores afirman que, definitivamente, «no se nace con una orientación sexual fija»  (Mayer & McHugh, 2016).

La Homosexualidad es una de las múltiples condiciones de goce de la heterosexualidad

De todas maneras, en cuanto a sus causas posibles, como a sus modalidades de manifestación y de modificación eventuales, hasta ahora no tenemos ninguna razón para separar a la homosexualidad de otras condiciones de goce que pertenecen a la heterosexualidad, como la bisexualidad, la hipersexualidad y la asexualidad. Como bien lo dice Freud, «la investigación psicoanalítica rechaza terminantemente la tentativa de separar a los homosexuales de los demás humanos como un grupo diferentemente constituido» (Freud, 1905, p. 784). En muchos casos se observa que un sujeto puede alternar entre una modalidad y otra de estas condiciones de goce, aunque también se puede cristalizar de manera perenne y exclusiva en una sola. En todo caso, existe como una familiaridad fenomenológica y estructural entre estas cuatro posibilidades de goce. Incluso, según Freud, como tantos otros comentadores después de él, «el sujeto [homosexual] puede haber expulsado de su memoria, por represión, las pruebas de sus anteriores sensaciones heterosexuales» (p. 780). Eso nos lleva afirmar, sin lugar a dudas, que la homosexualidad, de la misma manera que las otras prácticas sexuales mencionadas, pertenece al campo de la heterosexualidad.
En ese sentido, los fantasmas, los sueños, los miedos y las fobias normales de homosexualidad pueden manifestarse en el proceso de maduración o de desarrollo psicosexual del muchacho y de la muchacha heterosexuales, de manera más o menos aguda según los casos. Hay veces incluso en que estos fantasmas y miedos llevan al joven a experimentar intercambios homosexuales que les sirven de ersatz para ir más tarde a la conquista de las mujeres. Y en una minoría de casos ocurre un periodo de homosexualidad transitoria que se revierte más tarde en heterosexualidad exclusiva. Aunque estas dos últimas modalidades sólo se dan en casos en donde ya existe alguna perturbación importante del proceso psicosexual. Y sólo en una ultra-minoría de casos existe una homosexualidad exclusiva desde el comienzo y durante toda la vida sexual del sujeto, salvo si el paciente efectúa una psicoterapia o un psicoanálisis. Son únicamente estos últimos casos a los que casi todos los psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas llamamos homosexuales. Sin embargo, como acabamos de ver, estas observaciones implican que la homosexualidad, tanto en términos fantasmáticos positivos (curiosidad) o negativos (miedos) como en términos de experiencias transitorias o alternas e incluso perennes, pertenece completamente a la heterosexualidad.
Ahora bien, ¿cuáles serían los elementos que nos llevarían a identificar las causas psíquicas de la homosexualidad, de la bisexualidad, de la hipersexualidad y de la asexualidad?

Gemelidad, rivalidad o ausencia del padre

El Mimetismo de los “gemelos idénticos” en las parejas de homosexuales. 

Como hemos visto, es curioso que los universitarios consacren tanta energía y tanto tiempo a buscar un mítico “gen gay” en hermanos gemelos idénticos, como si esta “gemelidad” se diera de manera misteriosa y subterránea en la realidad. Pero, de una cierta manera, talvez haciendo uso de un poco de pensamiento mágico o, más bien, apelando a una cierta percepción o intuición psicológica, ¿no tienen estos investigadores suficientes razones par hacerse una pregunta aparentemente tan absurda? Porque, efectivamente, ¿no es verdad que de cierta manera estas cuestiones se perciben en la realidad de la sociedad hoy en día, aunque, claro está, la explicación sea muy diferente de la genética? Es decir, ¿no existe en esas comunidades sex-identitarias una gran tendencia a la uniformización, a la gemelización, a la fabricación de identidades artificiales que hasta se puede observar en las transformaciones antropológicas del cuerpo humano?

lunedì 12 settembre 2016

L'UTERO IN SUBAFFITTO. Intervento di Claudio Risè


Pubblichiamo l'intervento di Claudio Risè "Femministe contrarie all'utero in affitto. Ma non si deve dire", pubblicato su Il Giornale.it il 22.8.2016.   Vai a:

http://www.ilgiornale.it/news/cronache/femministe-contrarie-allutero-affitto-non-si-deve-dire-1298140.html

Claudio Risè, psicanalista e pubblicista, è autore di diversi libri tra cui: Sazi da morire. Malattie dell'abbondanza e necessità della fatica, San Paolo 2016



Nello stanco scenario della tarda modernità c'è un solo mercato in continuo sviluppo, che garantisca da subito utili a doppia e tripla cifra, anche con investimenti relativamente bassi. Per avviare l'attività basta infatti un sito internet per raccogliere gli ordini e un bi/trilocale dove consegnare la «merce». Si tratta del tile della maternità surrogata o sotto quello, più tecnico e misterioso, della gestazione per altri, GPA.

Per spianare la strada al mercato (un giro d'affari globale di 10 miliardi di dollari, in fortissima espansione) si è cercato di presentarlo come una conquista delle donne, appoggiata dal mondo femminista. Ma non è così. Si era già visto in Francia, dove la campagna contro l'utero in affitto è stata guidata con grande forza argomentativa dal Sylviane Agacinski, femminista e filosofa (anche moglie dell'ex primo ministro socialista Lionel Jospin), che ripete da anni: «La madre surrogata è la nuova schiava. Ma la sua schiavitù è mascherata dal progresso tecnologico». Donne (anche gruppi omosessuali) erano inoltre gran parte dei partecipanti (e leader) delle enormi Manif pour tous contro la legge della ministra Taubira, che legalizzava i matrimoni omosessuali e le nascite all'estero attraverso GPA.
L'avversione femminile all'utero in affitto, che potrebbe rendere più difficile la legalizzazione in Europa di questo nuovo e fiorente mercato, viene però nascosta nella politica e nei media (soprattutto a sinistra) dalla frettolosa promozione della maternità surrogata, lanciata con le parole chiave: progresso, realizzazione dei desideri, benessere delle donne.
Balle colossali, dicono ora anche in Italia due libri molto documentati sull'argomento. Quello, emozionato e assai caldo, della giornalista femminista Marina Terragni (autrice di Temporary Mother. Utero in affitto e mercato dei figli, Vanda epublishing) e quello più pacato della filosofa e esponente femminista Luisa Muraro (con L'anima del corpo. Contro l'utero in affitto, Editrice La Scuola), che ha bruciato la prima edizione in poche settimane. 
A indignare Terragni è, come lei dice con chiarezza, che nella GPA «si fa scomparire la madre per contratto in cambio di soldi, precostituendo quello che la creatura vivrà come un abbandono». A sparire sono poi addirittura entrambe le madri, quando gli ovuli impiantati nell'utero affittato vengono anch'essi comprati, da una donna diversa o da un maschio.
Cosa vuol dire poi «maternità surrogata», si chiedono sia Terragni che Muraro, e non per oziosa curiosità filologica. «Surrogato», risponde Terragni, vuole dire «al posto di». Si intende che «la gestante è solo una temporary mother in sostituzione della vera madre, che è la madre genetica (che ha fornito l'ovulo fecondato) o anche solo la madre intenzionale». L'eufemismo della maternità surrogata è dunque solo l'impossibile tentativo (puramente lessicale) di presentare «un ordine simbolico là dove si è creato un formidabile disordine». Muraro poi incalza: «Voi siete i surrogati»! Surrogati sono «quelli che sostituiscono la donna, madre della creatura». Quelli che «realizzano il loro desiderio, facendolo passare per esigenze che hanno creato loro stessi, separando la creatura da sua madre».
Nella realtà, sotto i diversi eufemismi, il grande rischio di questa separazione è di liquidare la maternità, sostituita dal mercato e dalle varie tecnologie riproduttive. E qui le femministe che sostengono il significato della differenza tra femminile e maschile, come appunto Terragni e Muraro, e le altre della Libreria delle donne di Milano e del gruppo Diotima di Verona (e altri) non ci stanno. Terragni protesta, da donna e femminista, contro l'attuale «sinistra trattativista e iperrealista, disponibile a sacrificare buona parte dei valori fondamentali» (e cita il rispetto della dignità umana, il rifiuto dello sfruttamento, l'opposizione alla deriva neoliberistica), «in cambio di sempre nuovi diritti». Le pagine sul dirittismo e le sue follie sono tra le più sferzanti e (pur nell'aspetto horror del quadro complessivo) anche divertenti, come quando cita il parere di una bioeticista, la quale sostiene un «diritto alla nascita» di un bambino neppure concepito, ma tuttavia programmabile con contratto di utero in affitto. Con vistosa contraddizione tra i diritti da riconoscere al bambino che non c'è, ma intanto negati all'embrione che già esiste.

venerdì 29 luglio 2016

MATERNITA' VIRTUALE. L'organizzazione tayloristica della produzione dei bambini. Di Luciana PIDDIU

Intorno all'attuale dibattito intorno alla maternità e all'utero in affitto pubblichiamo l'intervento di Luciana Piddiu dal titolo:  L’organizzazione tayloristica della produzione dei bambini.
Nelle recenti interviste a Niki Vendola esalano dal testo fiumi di miele dorato e gocce di zucchero caramellato. Tuttavia non sono sufficienti a nascondere un fatto nudo e crudo: il piccolo Tobia - venuto al mondo per il grande desiderio di due uomini che aspirano a essere genitori - nasce sotto il segno della privazione.
 Gli è stato negato il piacere straordinario di aspirare il profumo di un tenero corpo di donna, di sentire la morbidezza di un seno da cui trarre nutrimento e godimento. Questa privazione – prevista da un regolare contratto stipulato con la donna che ha messo a disposizione il proprio corpo- non sarà che la prima. Altre ne seguiranno. Quando arriverà, e prima o poi arriverà, il tempo della domanda sulle origini, basterà un collegamento via Skype con la venditrice di gameti o con la donna che ha ceduto in affitto temporaneo il suo utero, per soddisfare il bisogno di rispecchiamento che ogni figlio – al momento del distacco - opera nei confronti di chi gli ha dato la vita per crescere e divenire adulto?
        Questo bambino che comincia il suo percorso per divenire umano come parte disconnessa fin dallo stato embrionale, soffrirà o no di questo sradicamento di base voluto e programmato da chi ripete come un mantra di volergli bene? di volere il suo bene?
Per scelta altrui sarà fin da subito un nomade, separato una prima volta dalla madre genetica, una seconda da quella gestazionale, mentre tutti gli studi sullo sviluppo psichico sottolineano l’importanza della relazione con la madre e la centralità dell’allattamento al seno.
Poiché però i gameti portano - che ci piaccia o no - nella generazione del figlio traccia del profilo personale di colui/colei cui appartengono, e questa eredità genetica è parte fondante della nostra struttura personale, cosa si dirà un domani ai figli nati in laboratorio, attraverso un processo di frammentazione e disintegrazione della maternità, quando non potranno riconoscersi/rispecchiarsi nella coppia omo o etero che li ha così programmati?

   Gli si dirà che per il desiderio incoercibile e sacrosanto di chi lo ha voluto figlio di un alambicco, è stato adottato il principio della organizzazione tayloristica della produzione dei bambini che richiede la scomposizione in tre tappe differenti (ovulo-utero-genitorialità) senza alcuna connessione tra loro della fabbricazione del bambino come prodotto finito e pronto alla consegna!
La tanto vituperata organizzazione tayloristica del lavoro che aliena il soggetto della produzione dal frutto del suo lavoro e dal senso della propria attività qui, dove è in gioco il vivente, viene invece paradossalmente contrabbandata come cosa buona e giusta.
Certo, come ben sapevano gli antichi romani, la genitorialità è anche e soprattutto filiazione e quindi trasmissione simbolica, ma da qui a dire che il legame biologico non conta nulla, che va smitizzato - come Recalcati va affermando - ce ne corre! La sua affermazione (“la madre non ha genere sessuale”) è una pura affermazione ideologica per compiacere il mainstream della ‘usine à bébé’ globalizzata.
A quando il tripudio di gioia e le fanfare per i tentativi, condotti in gran segreto negli Usa (Harvard Medical school), di fabbricazione di genoma umano sintetico? Si nascerà orfani finalmente e finalmente liberi dal debito di gratitudine verso chi ci ha dato la vita!

E veniamo alla scienza che viene tirata in ballo come se fosse sua la responsabilità della rottura del codice di trasmissione della vita umana e della deriva mercantile dei processi di generazione degli esseri umani. Oggi intanto -grazie alla scienza - sappiamo quanto siano importanti le strutture genetiche nel contribuire a formare il profilo individuale di ciascuno e quindi è disonestà intellettuale negarlo.

     Ciò detto la scienza non è certo responsabile dell’attuale mercato globale della compravendita di viventi interi o a pezzi più di quanto non lo sia dello sganciamento dell’atomica su Hiroshima e Nagasaki. Cosi come non si può certo imputare alla scienza la riduzione della donna a corpo – macchina produttrice di bambini a pagamento! Dire questo significa declinare e nascondere la propria responsabilità nelle scelte usando la scienza come comodo paravento.
In ogni caso oggi è arrivato il momento per dire con forza che se la scienza fa proprie le ragioni del mercato cannibale che riduce a merce gli esseri – rubricandoli come risorse da valorizzare - va operato uno stretto controllo da parte di tutti, e della politica in primis, verso le sperimentazioni capaci di alterare il codice stesso della vita, le prospettive biologiche e materiali dell’ambiente.
Questa disastrosa incapacità di fissare dei limiti, questa attitudine a giocare agli apprendisti stregoni in un crescendo di delirio di onnipotenza, questo provare a fare tutto ciò che è possibile fare con le nuove tecnologie, abbandonando qualsiasi principio di precauzione è francamente stupido oltreché foriero di futuri disastri...
Come acutamente aveva osservato Günther Anders, l’uomo moderno per effetto della tecnologia che tocca ogni sfera della vita, ha profondamente cambiato la percezione che ha di se stesso. “Vuole fare se stesso, non già perché non sopporta più nulla che egli stesso non abbia fatto; ma perché non vuole essere qualcosa di non fatto... Nella sua qualità di non fatto è inferiore a tutti i suoi prodotti fabbricati”. Il nascere da un processo “cieco e non calcolato” e antiquatissimo come quello della procreazione naturale è all’origine della sua vergogna prometeica! La vergogna che nasce dal constatare che i prodotti fabbricati sono superiori a lui perché eterni, in quanto riproducibili, sostituibili performanti, mentre lui è fragile, si ammala e non gode dell’immortalità. L’uomo moderno si sente inadeguato rispetto a loro, non riesce a tenere il passo perciò si vergogna.
Io penso da laica e non credente che sicuramente i bambini nati in laboratorio saranno amati e protetti – non è questo il punto - ma ridurre l’essere umano a
cosa, la donna a puro contenitore non può essere giustificato da nessun desiderio o bisogno o interesse comunque mascherato.
Condivido profondamente quanto scrisse a suo tempo Augusto Ponzio: ”Contro la prospettiva della valorizzazione del capitale umano, nel senso del valore di scambio e del profitto, occorre rivendicare al più presto e con forza il diritto all’infunzionalità. Il diritto alla vita fino a quando non lo si colleghi alla infunzionalità resta dentro una visione dell’essere umano come MEZZO (...) ridotto a capitale da valorizzare...”. E questo vale anche per il bambino a cui si da’ l’onere di soddisfare il desiderio degli adulti, costi quel che costi. 
(Viterbo, 1 Luglio 2016)

venerdì 17 giugno 2016

L'EUGENETICA: COSTRUZIONE CHIMICA DELLA PERSONA UMANA. Giuliano Ferrara

Ringraziando Giuliano Ferrara,
pubblichiamo il suo articolo uscito su "Il Foglio" del 17.6.16 con il titolo "Vendola, storia di un altro mondo".
Al di là degli aspetti contingenti, 
l'articolo propone molte riflessioni. 


Francesco Merlo è andato a Montréal, Canada, per la prima intervista a Nichi Vendola sulla sua recente paternità. Comprensione e apertura mentale campeggiano nel testo, racconto o “narrazione” che si voglia dire, trattandosi di Nichi.
C’è equilibrio. Anche la rabbia verso commenti italiani all’annuncio della “gestazione per altri” e del suo esito felice, “the baby is coming”, è stemperata, sa di genuino, di amaro, ma non è troppo censoria verso chi non capisce. Nichi si sente protetto. La casetta in Canada, l’appartamentino a Roma, la casetta a Terlizzi per coltivare la gioia delle radici, zie nonne e altre figure femminili che danno una mano, il suo compagno giovane con la testa sulle spalle, il bambino avrà tre passaporti (americano, canadese e italiano), la pratica per la tutela sarà evasa in condizioni civili accettabili o per via di legge o per via di sentenza togata, i bigotti e le femministe che hanno obiettato alla “gestazione per altri” se ne faranno un ragione. C’è l’amore, c’è il ruolo della scienza,
c’è la demonizzazione della famiglia violenta (il femminicidio) e la glorificazione della famiglia per desiderio, intuita con affetto dal popolo che circonda Nichi. C’è magari un rimpianto ideologico, quel molto di comunismo immaginario del passato e quel poco di battaglia liberale per i diritti civili, ma la vita supera sempre sé stessa, e si può andare avanti tra letteratura (le poesie della nascita sono già stata consegnate all’editore) e politica e avventure dell’esistenza.
Il pezzo di Merlo aggiunge alla testimonianza, di per sé encomiabile, un tanto di prezioso e di raro, di favolistico, ma con misura, notazioni patetiche ma non melense, con la protezione dal freddo delle orecchie di Tobia, con la pulizia canadese degli interni, con l’accoglienza estrema e disinteressata agli immigrati (siete venuti in città, prendetevela), le pareti di legno chiaro, l’apparato per fasciare il pupo, la genealogia dei nomi di famiglia, la foto bellissima della coppia maschile che coccola il neonato, tutto a posto.
Anche la parte più ibrida, quella dei costi dell’operazione e dei risarcimenti, è svolta con delicatezza: l’agenzia, il piccolo dono alla famiglia californiana della “gestante per altri” e alla donatrice di ovulo, il ricovero per il parto, le fees varie dovute, il latte donato per qualche tempo, l’allattamento o nutrizione con gli ottimi mezzi non biologici per il figlio biologico di Ed e desiderante e amoroso di Nichi. Come dicemmo qui all’epoca, andrà tutto bene e c’è un bambino in più che sarà accudito, e come dicono loro con il conforto del professor Veronesi tra vent’anni sarà tutto ordinario e perfino banale. La famiglia si promuove anche così, che volete. Certo si poteva adottare, e alla fine da parte di Nichi quella è proprio una via complicata all’adozione, alla tutela, più che alla paternità biologica surrogata da una maternità per altri, ma saranno poi fatti loro, uno si dice.
      Eppure è una storia dell’altro mondo o meglio di un altro mondo. La carne e l’incarnazione hanno un posto sbilenco, legato al desiderio ma anche alla sua realizzazione tecnica, a un gesto solitario della volontà che supera la barriera della impossibile fecondità naturale negli amanti o coniugi, a un apparato che riformula nelle regole, nel commercio (inteso senza moralismi), nella persona umana trattata come strumento e non come fine kantiano, elaborata nell’ambito di un patto faustiano, e qui si parla della provetta e dell’alchimia e della distillazione della vita non del diavolo. La donna ha un ruolo non di assistenza, come nelle vecchie nutrici o balie, ma di generazione surrogata, il che è altra cosa. Senza essere bigotto, e senza minimamente alludere al fantasma evocato da Merlo del figlio della colpa, figuriamoci, coltivo il dubbio razionale e anche il rigetto istintivo di questo altro mondo così fatto. Probabilmente sbaglio, ma quando tutto sarà ordinario, generalizzato nella grande era igienista che ci attende e già si dipana sotto i nostri occhi, avremo perso qualcosa. Qualcosa che riguarda l’ordine della realtà esistenziale, la cooperazione efficace e carnale tra diversi in attesa di una vita nuova, e non c’entra solo la tenuta della Bibbia e delle sue terre promes- se, che in sé non sarebbe poi poca cosa; in questa vittoria sulla sterilità c’è qualcosa di troppo, una superbia che s’intravede nell’umiltà dell’atto, e l’idea molto pratica che avere un bambino è un fatto eminente- mente di laboratorio, un atto clinico. E che il quando e il come di una nascita, la scelta libera e innaturale di mettere in conto terzi la gestazione di un bambino, possono essere programmati eu-geneticamente, eu-amorosamente, eu-desiderantemente, fottendosene dei protocolli che la storia naturale degli uomini e delle donne hanno contribuito a scrivere. Con tutta la voglia di ascoltare e credere a una favola, la reazione resta quella di Silvio Orlando in un noto film di Moretti: “Queste cose non raccontatemele, perché non le capisco”. E se le capissi, non sarei mai severo contro un bambino di tre mesi, mai censorio verso un amore quale che esso sia, ma nemmeno indulgente verso la costruzione chimica della persona umana.

giovedì 9 giugno 2016

ARCIPELAGO GENDER. Giovanni Sias sul libro di Ricci

Giovanni Sias interviene sul libro Sessualità e politica 
di Giancarlo Ricci con alcune riflessioni 


La lettura dell’ultimo lavoro di Giancarlo Ricci, Sessualità e politica (Sugarco 2016) impegna in alcune riflessioni che riguardano da vicino la nostra vita nella contingenza storica, E’ anche, e forse soprattutto, occasione per trovare una via non ideologica, per tentare di cogliere che cosa passa oggi a livello mediatico e nei luoghi comuni che attraversano le società del nostro tempo. Forse è questa l’indicazione contenuta nel sottotitolo del libro: Viaggio nell’arcipelago gender. E che il «gender», espressione di una libertà falsa e distorta, sia di ordine squisitamente ideologico mi sembra fuori di dubbio. Che una persona ritenga di poter scegliere il «genere» a cui appartenere benché nasca maschio o femmina, e si ritenga in potere di sovvertire tale statuto biologico ancor prima che antropologico, non può che essere frutto di un’idea di onnipotenza sostenuta dalla potenza della tecnica.

Che si tratti di ideologia lo sottolinea anche il fatto, non irrilevante, che in questo dibattito sociale non sembra che ci sia spazio per discutere, sia sul piano etico sia su quello scientifico: il pensiero gender, sostenuto dai programmi accademici di psicologi e sociologi (e cioè di quelle teorie che il nostro Ugo Spirito chiamava «false scienze») che ne hanno costruito l’ideologia, si presenta come indiscutibile e corre per la sua strada egemonica senza trovare ostacoli, sostenuto dalla politica e dalla falsa-scienza dei nostri tempi.
Che l’autore abbia voluto, con questo libro, portare il confronto sul piano del linguaggio, evitando ogni trabocchetto ideologico, è il suo merito, ed è il suo tentativo di riportare un dibattito sul piano della scienza. Infatti, se vogliamo leggerlo dobbiamo partire dalla frase tratta da Freud e messa in esergo: «La psicanalisi non ha il compito di rendere impossibili le relazioni problematiche, ma di creare per l’Io del paziente la libertà di optare per una soluzione». Qui si trova, o almeno così a me pare, l’indirizzo per leggere in modo corretto il libro di Ricci.
La struttura del libro poi rimanda a questioni e a tematiche che si sviluppano eminentemente sul piano linguistico. Organizzato come un dizionario prende in considerazione tutti i termini (dalla A di abuso alla V di vittimismo) che caratterizzano il linguaggio intorno a tali questioni, e se seguiamo il percorso che analizza il senso che le parole acquisiscono nell’«arcipelago gender», e più in specifico nel linguaggio corrente, ci accorgiamo come tutto questo discorso su una presunta facoltà umana, che non vuole tener presente la sessualità come elemento determinato dal caso (naturale, biologico, e anche antropologico per quanto riguarda una cultura dell’umano), ma lo considera solo un elemento sociale, in cui la sessualità è pensata come scelta «libera» di un ipostatizzato e illusorio soggetto a cui la filosofia da lunghi anni (quattro secoli!) ci ha assuefatti, ci troviamo a considerare come il trionfo del narcisismo scivoli sempre più nella perversione, e che le società attuali, sul piano finanziario, tecnologico, economico e politico, attuano la perversione come espressa possibilità di dominio, di controllo e di assuefazione delle coscienze.

giovedì 11 febbraio 2016

L'OMOGENITORIALITA' E IL BAMBINO. Di G. Ricci

Contributo intorno alle implicazioni simboliche dell'omogenitorialità al tempo della sconfessione del padre e dello decostruzione della madre. 


Sull’omogenitorialità molti prendono la parola come se si trattasse di una preferenza o un’opzione personale, come se le faccende umane fossero governate da principii e statuti simbolici modificabili a piacimento. Nella società in cui tutto è permesso, nell’enfasi dello scientismo e nelle promesse delle biotecnologie bisognerebbe ricordare che esistono principii che vengono chiamati non disponibili. Sono proprio questi principii a definire simbolicamente l’umano, il suo statuto, il suo orizzonte di verità.
Quale sarebbe lo statuto simbolico dell’omogenitorialità riconosciuto attraverso una legge? A che cosa sarebbe preposto? Dobbiamo prima precisare cosa intendiamo per “bambino” e che cosa con “figlio”. Sono davvero due sinonimi o hanno due statuti differenti? Partendo dalla teoria e dalla pratica clinica (psicanalitica) occorre rilevare che c’è differenza tra il concetto di “bambino” e di “figlio”. Il “bambino” è da considerare principalmente come oggetto d’amore, un oggetto pensato, progettato, desiderato. Se una donna dicesse che vuole avere un bambino, magari a tutti i costi, sarebbe problematico. Per i genitori - etero o omo - il rischio è che, appunto, prevalga il desiderio di avere un bambino, di considerarlo un oggetto narcisistico che deve confermare la specularità della coppia, prolungarla, fare tutt’Uno con essa. Il “bambino” incarnerebbe il desiderio della madre, sarebbe cresciuto come l’oggetto immaginario che ricolma la sua mancanza. 
  
Autun, Francia, ca. 1130. (Allegoria della filiazione?)
Altra cosa è il “figlio”: egli simbolicamente  è situato in un processo di filiazione e non puramente in una linea riproduttiva  biologica, magari favorita dalle nuove biotecnologiche. Il figlio è colui che appartiene a una genealogia, è colui al quale è affidato il compito di trasmettere (a suo modo) il debito di vita che riceve, è colui che garantisce alla società e alla civiltà l’alternarsi delle generazioni ossia la trasmissione di una memoria dell’umano. Il figlio è il cuore pulsante della vita, il punto sorgivo da cui passa la vita e la morte, il progetto di vita e il suo compimento. E’ molto di più che un oggetto d’amore: egli istituisce l’essenza dell’umano, la finitezza del limite e l’infinitezza dell’avventura. Il figlio cammina con i propri passi, esce dalla famiglia, si avventura nel mondo. Lo diceva bene Goethe parlando del figlio: “Ciò che hai ereditato riconquistalo se vuoi possederlo davvero”. Dunque figlio è colui che riconquista ciò che ha ricevuto, ossia la vita. Il figlio desidera che la vita sia sua e non un prolungamento della vita altrui. Per il “bambino” tutto ciò non avviene, gli è precluso. Il “bambino” si compiace di essere amato; rischia di immaginare di essere amato per sempre, di essere perennemente in credito e dunque di non restituire niente. Difficilmente fa il passo di mettere in gioco il proprio desiderio, la propria mancanza. Preferisce incarnare la posizione di oggetto d’amore. In una battuta: bambini si nasce, figli si diventa. O meglio ciascuno nasce bambino e può diventare figlio. Dipende in gran parte dal padre e dalla madre e da come essi hanno fondato una famiglia.  
Quando viene affermato che l’amore dei genitori, anche omosessuali, è sufficiente a crescere bene un bambino, si tratta di intendere di quale amore si tratta. Talvolta, cosa non rara, l’amore è problematico o addirittura patologico. Può accadere in qualsiasi relazione. Tuttavia, cosa imprescindibile, l’amore genitoriale, in quanto tale, non è sufficiente a istituire simbolicamente il figlio. E’ una condizione non sufficiente. 
Occorre altro per istituire il figlio. Occorre che ci sia un padre e una madre, ossia due corpi sessuati, due corpi cioè contrassegnati da una differenza (anatomica, simbolica, psichica). Solo così a sua volta il figlio potrà crescere pensando di appartenere anch’egli all’uno o all’altro sesso (nome). Occorre inoltre che un figlio possa svolgere e soggettivare il mito delle proprie origini. Che possa pensarsi e costruire la propria identità situandosi in una struttura della parentela e della genealogia (cognome). Per ogni individuo è essenziale sapere “da dove vengo”, per capire “dove andare”, per cercare di tessere un senso e una direzione alla propria vita. 

    Il grande "dibattito" di questi mesi sull’omogenitorialità mette in rilievo il tentativo di dimostrare la supremazia della biotecnologia sui criteri simbolici che governano la filiazione. Di fatto la biotecnologia tenta, secondo una versione medicalistica, di smontare, decostruire e segmentizzare la logica della filiazione. Dunque vi sarebbero tre madri: quella che mette l’ovulo, quella che attua la gestazione, quella sociale. E due padri: colui che mette lo spermatozoo e quello sociale. In questa frammentazione la dimensione simbolica della relazione sparisce e lo statuto di figlio svanisce. Se viene svilito questo statuto di figlio, così storicamente centrale in qualsiasi cultura e società, la riproduzione umana diventa una faccenda dove più nulla è distinguibile. Dove l’alternanza della vita e della morte che consente l’alternarsi delle generazioni, si spegne. E quindi dove ogni memoria e ogni tradizione diventa un mausoleo, ossia una celebrazione narcisistica e autoreferenziale di se stessi. Ogni differenza soggettiva verrebbe bandita. 

martedì 9 febbraio 2016

BREVE STORIA DELL'OMBELICO. Da dove vengono i bambini. Di Giancarlo Ricci

Riceviamo e pubblichiamo questa "Breve storia dell’ombelico. Da dove vengono i bambini" di Giancarlo Ricci.

Sulla storia dell’ombelico, curioso segno che ciascun essere umano ha inscritto sul proprio corpo, parecchio potrebbe raccontarsi. 
Fin da piccoli i bimbi scrutano insistentemente questo particolare avvallamento in mezzo alla pancia. Chiedono che cosa sia, a cosa serva, chi l’abbia inventato. In realtà non riescono a capire che è una vera e propria cicatrice. Ma cicatrice di che cosa?
Quando un adulto spiega che l’ombelico è una cicatrice, i bimbi rimangono increduli, pensano che sia uno scherzo, il solito giochetto stupido per farli divertire. Viene spiegato loro che un tempo, quando erano più piccoli, venivano alimentati con un tubicino collegato direttamente alla loro pancia. Fanno un po’ fatica i bimbi a capire questa cosa, ma fin qui pare ci arrivino, almeno sembra. 

La vera difficoltà sorge quando essi cercano di capire a che cosa era collegato, dall’altra parte, quel tubicino: a un corpo, a un frigorifero, a un biberon gigantesco? Proprio non riescono a farsi una ragione su dove andasse a finire quel tubicino, a che cosa fosse collegato. 
Alla mamma, rispondono in coro gli adulti. Al corpo della mamma, precisa qualcuno. All’utero della mamma, corregge un altro. In verità, alla placenta, sentenzia infine il vero adulto. A queste risposte i bimbi rimangono un po’ confusi. I più risoluti insistono nel chiedere perentoriamente se questo tubicino fosse attaccato alla mamma o all’utero della mamma. All’utero della mamma, rispondono alcuni adulti. Insomma, alla mamma che ti ha nutrito, rispondono altri. 
A questo punto alcuni bambini rimangono perplessi e pensosi. I più svegli incominciano a questionare: ci avete raccontato che l’utero dove si cresce da piccoli è sempre quello di nostra mamma! Sì, rispondono gli adulti, un po’ seccati, è quello dell’utero della mamma. 
I più svegli, rimuginando, poco dopo sbottano: ma allora l’utero e la mamma possono essere diversi…Gli adulti, spazientiti, ammettono: talvolta è lo stesso della mamma altre volte no. Le domande dei bambini esondano in piena: ma allora, come mai sul mio corpo c’è questa cicatrice che non ha nulla a che fare con mia madre? C’è allora una mamma vera e una mamma falsa? Qual è dunque mia mamma? Allora io da dove provengo? Da chi sono stato nutrito? Allora anche il mio corpo può essere il mio o quello di un altro. Mi hanno sostituito la mamma, scuote la testa il bimbo più appartato. 

Gli adulti, travolti da tante e inconsuete domande, ormai avevano molte altre cose da fare e si apprestano a squagliarsela a passi felpati. 
Prima che l’ultimo adulto lasciasse la stanza sentì la voce del bimbo più grandicello che chiede: Ma il papà sa di tutto ciò? Sa mia padre che l’utero che mi ha nutrito e cresciuto non è quello di mia mamma? Lo sa?
Immerso nel silenzio proseguì da solo i suoi pensieri: se mio papà lo sa significa che era d’accordo. Se questo è vero, significa che mio padre mi ha generato con un’altra donna. Oppure il corpo da cui provengo è stato fecondato da un altro uomo. Insomma da dove vengono i bambini? Da quante madri o da quanti padri…

Così, dopo tutto ciò, alcuni bimbi si convinsero che quella cicatrice che avrebbe dovuto significare sul proprio corpo, la traccia della propria storia e della propria provenienza, in realtà rappresentava qualcos’altro che non riuscivano a intendere… 

martedì 26 gennaio 2016

TESI CONTRO L'OMOGENITORIALITA'. Di G. Ricci

In sei punti, a partire da considerazioni che procedono dalla clinica psicanalitica, dal diritto e dall'antropologia,  G. Ricci, autore di Sessualità e politica. Viaggio nell'arcipelago gender (Sugarco), interviene a proposito del dibattito sull'omogenitorialità. 

 PARENTELA E GENEALOGIA. L’ipotesi di una famiglia omogenitoriale basata sul legame tra due individui dello stesso sesso, dove uno farebbe “da padre” e l’altro “da madre”, nega di fatto lo statuto di madre e di padre. E’ una negazione anatomica, biologica, culturale, antropologica, ma soprattutto simbolica. Tutto ciò non va senza conseguenze psichiche per il figlio o la figlia: vacilla la costruzione dell’identità sessuale, della differenza tra i sessi, del mito delle origini. Risulta scardinata la struttura della parentela, della genealogia, della filiazione, della trasmissione da una generazione all’altra: temi, quest'ultimi, che nell'attuale pseudo dibattito spariscono. 

L’IDENTITA’ DIFFERENTE. Da qualche anno, grazie alla visione gender, si parla sempre più di “funzione genitoriale” per giustificare l’idea che chiunque può esercitare una funzione genitoriale, quindi anche coppie gay o lesbiche. E’ importante ricordare, invece, che è un elemento psichico strutturale il fatto che i figli possano crescere “immersi” nel duplice riferimento maschile e femminile rappresentato da un padre e da una madre. La differenza del loro statuto costituisce la garanzia simbolica che il figlio potrà crescere affermando a sua volta la differenza della propria individualità soggettiva. Ciò è fondamentale. Se così non fosse, il figlio rischia una sorta di collassamento identitario, rischia di incarnare, replicandolo, il desiderio dei genitori.  L'attuale disagio giovanile è un'avvisaglia di questo collassamento e di un disorientamento identitario della società del benessere governata dal principio secondo cui "tutto è permesso". 

FILIAZIONE. Il concetto di filiazione, contrariamente a quello di riproduzione, è il dispositivo simbolico, sociale e individuale che presiede al progetto di fare un figlio.     La  modalità biotecnologica scompone il concetto di filiazione frammentando funzioni e statuti: nega la funzione paterna, svilisce il corpo della donna, riduce lo statuto materno a funzione riproduttiva. Un certo uso ideologico delle biotecnologie rischia di disintegrare l’edificio simbolico della filiazione. Quest’ultimo garantisce una permutazione dei posti simbolici (di padre in figlio) permettendo la possibilità che una società possa progettare il proprio futuro, cosa non del tutto evidente in questi tempi. Oggi vi sono coloro che, in nome del modernismo, pretendono che la maternità venga deistituzionalizzata e la filiazione rimpiazzata dal contratto. Costoro non si accorgono che sostengono il progetto biopolitico promosso dalle biotecnologie.
IL FIGLIO IN QUANTO TERZO. C’è un’evidenza inconfutabile che sembra sparire nel polverone dei dibattiti sui diritti gay: formalizzare o meno una relazione amorosa tra due individui adulti è un conto. Tutt’altra cosa quando entra in gioco il destino di un minore o di un nascituro, come nel caso dell’adozione omogenitoriale o della fecondazione eterologa.  Qui la faccenda compie logicamente un salto radicale perché è introdotto un terzo. Infatti ne va del destino di un essere vivente che è collocato in uno status simbolico e giuridico di serie A o di serie B. Dobbiamo chiederci: tutto ciò non è forse un atto che rischia di essere razzista? Il diritto non dovrebbe garantire uguaglianza e pari opportunità per ciascuno? Siamo dinanzi a un progetto eugenetico?
L’AMORE. Nel corso della formazione psichica di un individuo è fondante la storia familiare, la sua narrazione e la sua narrabilità: la vicenda dell’origine, il riferimento a una genealogia, la strutturazione di un’identità che affonda le radici nell’incontro tra un uomo e una donna. Nel caso di una coppia gay, che ha cercato di “avere” a tutti i costi un bambino, il tema dell’origine rimane ingarbugliata in una dissipazione simbolica in cui posti e funzioni risultano confusi. Pur di nascondere questa evidenza viene detto che se c’è amore c’è tutto. Love is Love, si dice. Niente di più demagogico. Il nodo è che l’amore, in qualunque caso, è una condizione indispensabile ma non sufficiente per istituire il figlio. Occorre ben altro. E poi: che cosa intendiamo per amore, parola lastricata da molti trabocchetti? Eros, agape, filia o che altro? 

LA SESSUAZIONE. Se viene meno la possibilità, per un bambino o per una bambina, di trovarsi in un processo di identificazione con il genitore dello stesso sesso, le conseguenze psichiche sono serie. Sarebbe compromesso il processo di sessuazione che è la via attraverso cui un soggetto, nel corso di quasi due decenni della sua vita, dalla nascita all’adolescenza, approda alla propria identità sessuale. Far crescere un bambino nell’omogenitorialità significa sottoporlo a un lavoro psichico immane rispetto all’acquisizione della sua identità sessuale e più in generale rispetto alla sua soggettività esposta facilmente a una deriva identitaria. I sostenitori dell'omogenitorialità in nome dell'amore non intendono la differenza tra bambino e figlio. Per loro basta l'amore.  

giovedì 14 gennaio 2016

SULL'ADOZIONE, SUL FIGLIO E I DIRITTI. Di Giancarlo Ricci

 Pubblichiamo la prima parte della voce adozione tratta dal libro di G. Ricci Sessualità e politica.Viaggio nell'arcipelago gender (Sugarco, 2016). 
Articolato in sessanta voci come in un dizionario, il libro ripercorre i temi essenziali che attraversano oggi la sessualità e la politica: la <<cosa sessuale>> e la <<cosa pubblica>>, l’individuo e la società, la libertà del soggetto e il <<bene comune>>, il privato e il pubblico.  
                                                                                           
Tre sono le modalità con cui una coppia sterile può <<ottenere>> un bambino: la via dell’adozione, della procreazione medicalmente assistita (PMA) e della fecondazione eterologa. Qui le questioni e la parole si complicano immediatamente. Come definire <<una coppia>>? E perché non parlare di un single ? Si tratterebbe di avere un bambino o di fare un figlio? In nome di quale amore? Siamo sicuri che stiamo parlando ancora di famiglia ? 


Ecco tutti nodi venire al pettine. In realtà due sono i pettini. Il primo pettine riguarda l’avere un Bambino che comunque rimane un desiderio di avere. In questo avere, il posto del Bambino rischia di essere quello delloggetto, delloggetto desiderato. Se poi è desiderato forsennatamente per colmare una mancanza, povero bambino. Il secondo pettine chiama in causa il dispositivo  simbolico della filiazione dove qualcuno, il Figlio, è chiamato a esistere e ad conquistare un posto nel mondo in quanto ha la facoltà di  soggettivizzare ciò che ha ricevuto (debito simbolico) e di trasmetterlo a modo suo.  
La distinzione, così netta, tra Bambino e Figlio ci permette subito di situare, nel complesso campo dell’adozione, due versanti: da una parte il desiderio degli adottanti, dall’altra il destino dell’adottato. In che modo desiderio e destino si stringono nello stesso nodo o si sciolgono separandosi? La loro dialettica implica una dimensione giuridica, etica, sociale, soggettiva. 


Il nostro tempo, trafficato da <<diritti insaziabili>>, predilige il punto di vista dei genitori e della loro volontà. Il sano concetto giuridico relativo alle <<condizioni di adottabilità>>, poste a protezione e a tutela del minore, passa ormai in secondo piano. Sembra svanita la condizione secondo cui il minore adottabile debba essere <<in stato di abbandono>>. In altri termini prevale un generico diritto all’adozione sul diritto dell’adottato, spesso relegato nella zona grigia di un destino sfortunato. Notiamo di sfuggita, a proposito dell’adozione ma ugualmente per alcune pratiche di fecondazione, che in nessun sistema giuridico è mai esistito, per una donna, il diritto di avere un figlio.

La <<coppia adottante>> giuridicamente deve corrispondere ad alcuni requisiti, anche psicologici. Il nodo infatti riguarda lo scenario psichico in cui il tema della maternità e della paternità prendono consistenza e determinazione. Qui le cose si complicano perché sullo sfondo sono spesso silenziosamente all’opera, da parte sia dell’uomo sia della donna, alcuni fantasmi inconsci che alcuni studiosi situano a livello transgenerazionale. Questi fantasmi chiamano in causa molti aspetti, sia sul versante biologico (sterilità) sia sul versante simbolico (infertilità). 
Il complesso istituto delladozione, in un certo senso, assicura il superamento di questo impossibile (biologico e/o simbolico). Questione quanto mai complessa  perché chiama in causa la relazione stessa tra un uomo e una donna. Il termine amore, spesso evocato dai media come protagonista indiscusso e univoco della vocazione adottiva, è intriso di altre questioni.  
Si tratterebbe ulteriormente di distinguere, tra i due componenti della coppia, come funziona il desiderio di adozione. Il desiderio di una donna ad avere a tutti i costi un Bambino può radicarsi in una sua questione psichica problematica. E ugualmente il desiderio di paternità per un uomo può risalire ad una sua vicenda antica, alla trasmissione del nome o a una particolare idea di <<immortalità>>. In entrambi i casi aleggia l’ombra della genealogia, della discendenza, della trasmissione.  

Sul lato del figlio adottato non si può minimizzare un elemento strutturale e cioè la non coincidenza tra la dimensione  <<biologica>> e quella <<simbolica>>. Il figlio adottato, in quanto accolto e dunque desiderato dai genitori, è un figlio <<simbolico>> ma non <<biologico>>; non c’è un legame <<di sangue>>. Lasciamo da parte la complessità di queste due dimensioni che assumono valenze culturali, sociali, giuridiche e antropologiche diversissime. 
La non sovrapposizione tra il <<biologico>> e il <<simbolico>>, da sempre questione infinita, pone di fatto per il figlio adottivo alcune tematiche psicologiche e psichiche di rilievo: il romanzo familiare delle proprie origini, il tema del rifiuto, il nodo della paternità e del nome, l’istanza dell’ascendenza e della discendenza (il da dove vengo). In particolare da parte del figlio adottivo rimarrà lo sforzo di intendere, nella storia in cui si è trovato a nascere, la natura dell’impossibilità dei propri genitori naturali ad essersi occupato di lui. Impossibilità, rifiuto o che altro?  Questa barratura così equivoca e ambivalente, oltretutto raccontata quasi sempre da altri, impegna il soggetto in un lavoro psichico impegnativo e difficile. In sintesi: per diventare Figlio dalla posizione di adottato, occorre un doppio giro. In un certo senso l’attraversamento di una doppia perdita e di un doppio lavoro del lutto. 

Altra implicazione: la questione del debito. Nell’adozione anche il debito simbolico, in un certo senso, si raddoppia, talvolta fino a diventare insopportabile. È facile che esso sia avvertito nei confronti dei genitori reali, gli adottanti. Spesso il debito è facile sia pensato come debito reale, ben lontano dall’assumere una valenza simbolica. In altri termini: il figlio adottato è ancor più spinto a confrontarsi con una restituzione ritenuta impossibile. Alcune volte questa impossibilità è paralizzante o labirintica. In termini clinici, la vicenda può assumere una portata drammatica dai contorni distruttivi. Un enunciato potrebbe essere: <<restituisco (dissipo, dilapido, azzero) il dono della vita per restituire il rifiuto che ho ricevuto>>.