giovedì 10 novembre 2016

OMOSESSUALITA', IPERSESSUALITA', ASESSUALITA': LOGICHE DEL GODIMENTO. Di German Arce Ross


Pubblichiamo (per ora in spagnolo) alcuni paragrafi di un lungo e articolato saggio clinico di GERMAN ARCE ROSS, psicoanalista che vive e lavora a Parigi, di formazione lacaniana, tra l’altro docente presso il Département de Psychanalyse de Paris VIII e autore di vari libri.
   In questo articolo - pubblicato nel nov. 2016 nel sito 
http://www.psychanalysevideoblog.com/
 - egli esplora una vasta gamma di problematiche tra cui quelle relative all’omosessualità, alla bisessualità,  all’ipersessualità, al godimento, alla funzione del padre e della madre, alla sessuazione. 
   Abbiamo scelto qualche passo. Rimandiamo al sito in cui è possibile leggere l’intero articolo con la relativa bibliografia: 
http://www.psychanalysevideoblog.com/los-factores-rosas-de-homosexualidad-y-de-otras-condiciones-de-goce/


I Fattori rosa nell’omosessualità 
e nelle altre condizioni del godimento 
(Les Facteurs roses dans l’homosexualité et dans d’autres conditions de jouissance).

Che cosa può affermare la psicoanalisi in merito al soggetto della causalità psichica dell’omosessualità, della bissessualità, dell’ipersessualità e della asessualità? Queste condizioni di godimento hanno una relazione intrinseca o non hanno niente a che vedere una con l’altra? Si nasce gay o l’ipotesi della causalità genetica è erronea? Se non riscontriamo causalità genetiche per le condizioni del godimento, dove e come possiamo situare la causalità psichica di queste problematiche? In che misura si può parlare di reversibilità, di fluidità e di malleabilità e come definire con precisione i fattori della causalità di queste condizioni di godimento? (Nota introduttiva tradotta in italiano).

No se nace gay ni bisexual ni hipersexual ni asexual

Hoy en día, hay investigadores que comienzan a afirmar, desde hace algunos años, que la homosexualidad no tiene ninguna causa genética y que la idea de que se nace homosexual (o bisexual o hipersexual o asexual) es una mera ilusión, lo que lógicamente no me sorprende para nada. Así, como lo anuncian nuevas publicaciones, «ocho grandes estudios de gemelos idénticos en Australia, en los EE.UU. y en Escandinavia, durante las dos últimas décadas, llegan todos a la misma conclusión: los homosexuales no han nacido de esa manera» (Ellis, 2014).
Para William Byne, los orígenes de la homosexualidad han sido un tema de intenso debate desde que el concepto de orientación sexual surgió, a partir de la reconceptualización de los sexos que se produjo durante el siglo XVIII en el norte de Europa. En 1993, según Byne, algunos «estudios […postulaban] factores biológicos como la base principal de la orientación sexual. Sin embargo, no hay ninguna evidencia actual que apoye una teoría biológica, así como no hay tampoco ninguna evidencia convincente para sustentar una explicación psicosocial. Pero, a partir del momento en que todo comportamiento debe tener un sustrato biológico mínimo, el atractivo de las explicaciones biológicas actuales de la orientación sexual puede derivar más de la insatisfacción de las explicaciones psicosociales actuales que de un cuerpo contundente de datos experimentales.
Una revisión crítica muestra la falta de una teoría biológica. En un modelo alternativo, temperamentos y rasgos de personalidad interactúan con el entorno familiar y social cuando surge la sexualidad del individuo. Debido a la idea de que tales rasgos puedan ser hereditarios o de que su desarrollo pueda estar influenciado por hormonas, el modelo predice una aparente heredabilidad distinta de cero para la homosexualidad, sin necesidad de que cualquiera de los genes o de las hormonas influya directamente en la orientación sexual per se » (Byne, 1993, 1994). Como se nota, Byne intenta, como tantos otros, hacer existir, a como dé lugar, una eventual causa genética aunque esta no pueda ser probada. Incluso, hace depender los “rasgos y temperamentos psicosociales” de una base hormonal o genética. Muchos de los organicistas animados por las ideologías de los grupos sex-identitarios intenta así modificar los resultados de las investigaciones para que estas coincidan con la hipótesis genética. Aunque es verdad también que Byne reconoce que las causas genéticas nunca han sido evidenciadas y no pueden ser probadas.
De la misma manera, una investigación de Bailey y Richard Pillard con gemelos idénticos en los casos de homosexualidad admitía ya, en 1991, que «aunque la homosexualidad masculina y femenina parece ser al menos algo hereditario, el medio ambiente también debe ser de importancia considerable en sus orígenes» (Bailey & Pilard, 1991). Un poco más tarde, en un estudio sobre el hipotálamo, Simon Levay (1991) dijo que «es importante hacer hincapié en lo que no he encontrado. Yo no he podido probar que la homosexualidad sea genética. No he podido mostrar que los homosexuales nazcan así, como tampoco he podido localizar ningún centro gay en el cerebro» (Nimmons, 1994). A su vez, la asociación de padres, familiares y amigos de lesbianas y gays (PFLAG), una de las organizaciones pro-homosexuales más grandes de USA, explicó en esa época que no había pruebas contundentes de que las personas nazcan homosexuales, en su folleto «¿Por qué preguntar por qué?» (PFLAG, 1995). Por su lado, Blanchard y Bogaert tampoco encontraron ninguna correlación entre la atracción hacia personas del mismo sexo y la hipótesis de la transmisión hormonal intrauterina (Blanchard & Bogaert, 1996).[...].
Como yo mismo lo sustento a partir de mi trabajo clínico y como lo han observado otros psicologos, psiquiatras y psicoanalistas antes de mí, Neil Whitehead afirma también que, en términos genéticos, fisiológicos, funcionales, la orientación sexual no es fija sino fluida, es decir que ella puede variar, cambiar, según las circunstancias de la vida. Él nos relata algunos casos de conversión de la heterosexualidad en homosexualidad como también, al revés, « cambios espontáneos de homosexual a heterosexual» (Whitehead, 2016).
Igualmente, en la version 2014 del manual de la Asociación Americana de Psicología, Lisa Diamond concluye diciendo que «contrariamente a la creencia popular según la cual los individuos con atracciones exclusivas al mismo sexo representan el “prototipo” de las minorías sexuales y que los que tienen patrones de atracción bisexual son excepciones poco frecuentes, lo cierto es exactamente lo opuesto. Los individuos con patrones no exclusivos de atracción son indiscutiblemente la “norma” y aquellos con atracciones exclusivas al mismo sexo son la excepción» (Diamond, APA Handbook, 2014). Vemos aquí que la bisexualidad es la que predomina y encuadra a la homosexualidad, de tal manera que, potencialmente, el sujeto puede oscilar del mismo sexo al sexo opuesto.

A ese respecto, la psicóloga californiana Laura Haynes enfatiza que tanto el DSM-V de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, Diagnostic and Statistical Manual, Fifth Edition, p. 455) como el Manual de la Asociación Americana de Psicología (Diamond, APA Handbook, v. 1, 2014, p. 744) reconocen ambos que «la identidad transgénero fluctúa y que la inmensa mayoría de los menores con “disforia de género” acaban finalmente por aceptar su sexo cromosómico» (Haynes, 2016). Laura Haynes afirma también que «curiosamente, la Asociación Americana de Psicología ha guardado silencio sobre algunas investigaciones que muestran que crecer sin tener a uno o a ambos de los padres biológicos, especialmente al padre que es del mismo sexo que el niño, está potencialmente relacionado, de manera causal, con el hecho de desarrollar atracción por el mismo sexo o tener disturbios en la identidad al propio sexo (Frisch & Hviid, 2006; Francis, 2008; Udry & Chantala, 2005). Si la indisponibilidad de los padres puede tener tales efectos para algunos individuos, ¿por qué queremos tomar tan a la ligera la posibilidad de que la falta de disponibilidad emocional de los padres, y especialmente del padre del mismo sexo del niño, pueda tener efectos similares para otros? » (Haynes, 2016).
Por todas esas razones y por los estudios elaborados hasta 2014, la idea según la cual “se nace gay” es para Diamond un «mito» y en sus conclusiones ella afirma de manera clara que la homosexualidad es fluida y maleable (Diamond, 2008, 2013) y que, por eso mismo, puede cambiar y sin duda es reversible (Hodges, 2016).
Se puede también obtener más información interesante sobre este tema en el trabajo de Lawrence Mayer y de Paul McHugh, respectivement epidemióloga y Jefe de Psiquiatría du Johns Hopkins Hospital, trabajo intitulado «Sexuality and Gender. Findings from the Biological, Psychological, and Social Sciences», publicado en 2016. En ese trabajo, los autores afirman que, definitivamente, «no se nace con una orientación sexual fija»  (Mayer & McHugh, 2016).

La Homosexualidad es una de las múltiples condiciones de goce de la heterosexualidad

De todas maneras, en cuanto a sus causas posibles, como a sus modalidades de manifestación y de modificación eventuales, hasta ahora no tenemos ninguna razón para separar a la homosexualidad de otras condiciones de goce que pertenecen a la heterosexualidad, como la bisexualidad, la hipersexualidad y la asexualidad. Como bien lo dice Freud, «la investigación psicoanalítica rechaza terminantemente la tentativa de separar a los homosexuales de los demás humanos como un grupo diferentemente constituido» (Freud, 1905, p. 784). En muchos casos se observa que un sujeto puede alternar entre una modalidad y otra de estas condiciones de goce, aunque también se puede cristalizar de manera perenne y exclusiva en una sola. En todo caso, existe como una familiaridad fenomenológica y estructural entre estas cuatro posibilidades de goce. Incluso, según Freud, como tantos otros comentadores después de él, «el sujeto [homosexual] puede haber expulsado de su memoria, por represión, las pruebas de sus anteriores sensaciones heterosexuales» (p. 780). Eso nos lleva afirmar, sin lugar a dudas, que la homosexualidad, de la misma manera que las otras prácticas sexuales mencionadas, pertenece al campo de la heterosexualidad.
En ese sentido, los fantasmas, los sueños, los miedos y las fobias normales de homosexualidad pueden manifestarse en el proceso de maduración o de desarrollo psicosexual del muchacho y de la muchacha heterosexuales, de manera más o menos aguda según los casos. Hay veces incluso en que estos fantasmas y miedos llevan al joven a experimentar intercambios homosexuales que les sirven de ersatz para ir más tarde a la conquista de las mujeres. Y en una minoría de casos ocurre un periodo de homosexualidad transitoria que se revierte más tarde en heterosexualidad exclusiva. Aunque estas dos últimas modalidades sólo se dan en casos en donde ya existe alguna perturbación importante del proceso psicosexual. Y sólo en una ultra-minoría de casos existe una homosexualidad exclusiva desde el comienzo y durante toda la vida sexual del sujeto, salvo si el paciente efectúa una psicoterapia o un psicoanálisis. Son únicamente estos últimos casos a los que casi todos los psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas llamamos homosexuales. Sin embargo, como acabamos de ver, estas observaciones implican que la homosexualidad, tanto en términos fantasmáticos positivos (curiosidad) o negativos (miedos) como en términos de experiencias transitorias o alternas e incluso perennes, pertenece completamente a la heterosexualidad.
Ahora bien, ¿cuáles serían los elementos que nos llevarían a identificar las causas psíquicas de la homosexualidad, de la bisexualidad, de la hipersexualidad y de la asexualidad?

Gemelidad, rivalidad o ausencia del padre

El Mimetismo de los “gemelos idénticos” en las parejas de homosexuales. 

Como hemos visto, es curioso que los universitarios consacren tanta energía y tanto tiempo a buscar un mítico “gen gay” en hermanos gemelos idénticos, como si esta “gemelidad” se diera de manera misteriosa y subterránea en la realidad. Pero, de una cierta manera, talvez haciendo uso de un poco de pensamiento mágico o, más bien, apelando a una cierta percepción o intuición psicológica, ¿no tienen estos investigadores suficientes razones par hacerse una pregunta aparentemente tan absurda? Porque, efectivamente, ¿no es verdad que de cierta manera estas cuestiones se perciben en la realidad de la sociedad hoy en día, aunque, claro está, la explicación sea muy diferente de la genética? Es decir, ¿no existe en esas comunidades sex-identitarias una gran tendencia a la uniformización, a la gemelización, a la fabricación de identidades artificiales que hasta se puede observar en las transformaciones antropológicas del cuerpo humano?